Señora mía, dueña y poderosa sobre mí, madre de mi Señor, sierva de tu Hijo, engendradora del que creó el mundo, a ti te ruego, te oro y te pido que tenga el espíritu de tu Señor, que tenga el espíritu de tu Hijo, que tenga el espíritu de mi Redentor, para que yo conozca lo verdadero y digno de ti, para que yo hable lo que es verdadero y digno de ti y para que ame todo lo que sea verdadero y digno de ti.
Tú eres la elegida por Dios, recibida por Dios en el cielo, llamada por Dios, próxima a Dios e íntimamente unida a Dios.
Tú, visitada por el ángel, saludada por el ángel, bendita y glorificada por el ángel, atónita en tu pensamiento, estupefacta por la salutación y admirada por la enunciación de las promesas.
Escuchas que has encontrado gracia ante Dios, se te manda que no temas, se te confirma en tu confianza, se te instruye con el conocimiento de los milagros y se te conduce a la gloria de un nuevo milagro nunca oído.
Sobre tu prole es advertida tu pureza, y del nombre de la prole tu virginidad certifica: se te predice que de ti ha de nacer el Santo, el que ha de ser llamado Hijo de Dios, y de modo milagroso se te da a conocer el poder que tendrá el que nacerá de ti.
¿Preguntas sobre la manera de realizarse?
¿Preguntas sobre el origen?
¿Indagas sobre la razón de este hecho?
¿Sobre cómo ha de llevarse a cabo?
¿Sobre el orden en que ha de realizarse?
Escucha el oráculo nunca oído, considera la obra desacostumbrada, fíjate en el arcano desconocido y atiende al hecho nunca visto: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cobijará con su sombra. Invisiblemente, toda la Trinidad obrará en ti la concepción, pero sola la persona del Hijo de Dios, que nacerá en cuerpo, tomará de ti su carne.
Por consiguiente, lo que será concebido y nazca de ti, lo que salga de ti, lo que se engendre de ti, lo que tú des a luz, será llamado Santo, Hijo de Dios. Éste será grande, Dios de las virtudes, rey de los siglos y creador de todas las cosas.
Pero ahora me llego a ti, la única virgen y madre de Dios; caigo de rodillas ante ti, la sola obra de la encarnación de mi Dios; me humillo ante ti, la sola hallada madre de mi Señor; te suplico, la sola hallada esclava de tu Hijo, que logres que sean borrados mis pecados, que hagas que yo ame la gloria de tu virginidad, que me encuentres la magnitud de la dulzura de tu Hijo, que me concedas hallar y defender la sinceridad de la fe en tu Hijo, que me otorgues también consagrarme a Dios, y ser esclavo de tu Hijo y tuyo y servir a tu Señor y a ti.
A Él como a mi Hacedor, a ti como Madre de nuestro Hacedor;
a Él como señor de las virtudes, a ti como esclava del Señor de todas las cosas;
a Él como a Dios, a ti como a Madre de Dios;
a Él como a mi Redentor, a ti como a obra de mi redención.
Porque lo que ha obrado en mi redención, lo ha formado en la verdad de tu persona.
Él que fue hecho mi Redentor fue Hijo tuyo.
Él que fue precio de mi rescate tomó carne de tu carne.
Aquel que sanó mis heridas, sacó de tu carne un cuerpo mortal, con el cual suprimirá mi muerte; sacó un cuerpo mortal de tu cuerpo mortal, con el cual borrará mis pecados que cargó sobre sí; tomó de ti un cuerpo sin pecado; tomó de la verdad de tu humilde cuerpo mi naturaleza, que Él mismo colocó en la gloria de la mansión celestial sobre los ángeles como mi predecesora en tu reino.
Por esto yo soy tu siervo, porque mi Señor es tu Hijo.
Por eso tú eres mi señora, porque eres esclava de mi Señor.
Por esto yo soy esclavo de la esclava de mi Señor, porque tú, mi señora, has sido hecha Madre de mi Señor.
Por esto yo he sido hecho esclavo, porque tú has sido hecha Madre de mi Hacedor.
Te suplico, Virgen santa, que yo reciba a Jesús de aquel Espíritu de quien tú engendraste a Jesús; que mi alma reciba a Jesús con aquel Espíritu por el cual tu carne recibió al mismo Jesús.
Por aquel Espíritu que me sea posible conocer a Jesús, por quien te fue posible a ti conocer, concebir y dar a luz a Jesús.
Que exprese conceptos humildes y elevados a Jesús en aquel Espíritu en quien confiesas que tú eres la esclava del Señor, deseando que se haga en ti según la palabra del ángel.
Que ame a Jesús en aquel Espíritu en quien tú lo adoras como Señor y lo contemplas como Hijo.
Que tema a este mismo Jesús tan verdaderamente como verdaderamente él mismo, siendo Dios, es obediente a sus padres.
¡Oh premio extremadamente grande de mi salvación y de mi vida y al mismo tiempo de mi gloria!
¡Oh título nobilísimo de mi libertad!
¡Oh excelsa condición de mi carácter de hombre libre!
¡Oh seguridad de mi nobleza, indisolublemente gloriosa y rematada con la eternidad de la gloria!
¡Cómo yo, que fui torpemente engañado, deseo para mi reparación hacerme esclavo de la madre de mi Jesús!
¡Cómo yo, en el primer hombre separado al principio de la comunión angélica, voy a merecer ser considerado como esclavo de la esclava y de la Madre de mi Señor!
¡Cómo yo, obra apta en las manos del sumo Dios, voy a conseguir estar ligado en la servidumbre continua de la Virgen Madre con devoción de su esclavitud!
San Ildefonso
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"De Perpetua Virginitate Beatae Mariae"
1 comentario:
Hágase en mi según tu palabra, hay que pedirle a maría constantemente que nos ayude a econtrar la volutad de su hijo, para que así como ella también decirle: Hágase en mi.
Bendiciones
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